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Palabras que sirven para explicarse un dolor, para encontrarle
un sentido. Ni losofía, ni psicología, ni literatura. Palabras
cargadas de afecto, de símbolos universales, de amor y esperanza.
No la esperanza ingenua de esperar que las cosas lleguen
perfectas, milagrosamente realizadas, sino la esperanza
combativa que permite luchar hasta el nal, conando en la
fuerza enorme que da conocer los límites de nuestra contingencia
humana.
Palabras que parten de la aceptación de que hay otros seres
que tienen posibilidades diferentes de desarrollo, que necesitan
ayuda y comprensión, tiempo y paciencia, amor y respeto
en su legítimo crecimiento, aunque este sea distinto del
de los demás.
El fallecimiento de una bebita —hija de la autora— da pie a
estas páginas entrañables, alentadoras, prietas de autoanálisis
y búsqueda de caminos que no se trunquen en estéril desesperación.
Hay rememoración, poesía, palabras profesionales y hasta ingenuos
juicios de criaturitas sobre el enigma perentorio de
la muerte.
El valor intrínseco de estas páginas está en la sinceridad y sencillez
con que la autora pone a nuestra disposición sus frutos
del dolor.
 

Y el dolor nos dió sus frutos (Susana Galperín)

$9.700
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Y el dolor nos dió sus frutos (Susana Galperín) $9.700

Palabras que sirven para explicarse un dolor, para encontrarle
un sentido. Ni losofía, ni psicología, ni literatura. Palabras
cargadas de afecto, de símbolos universales, de amor y esperanza.
No la esperanza ingenua de esperar que las cosas lleguen
perfectas, milagrosamente realizadas, sino la esperanza
combativa que permite luchar hasta el nal, conando en la
fuerza enorme que da conocer los límites de nuestra contingencia
humana.
Palabras que parten de la aceptación de que hay otros seres
que tienen posibilidades diferentes de desarrollo, que necesitan
ayuda y comprensión, tiempo y paciencia, amor y respeto
en su legítimo crecimiento, aunque este sea distinto del
de los demás.
El fallecimiento de una bebita —hija de la autora— da pie a
estas páginas entrañables, alentadoras, prietas de autoanálisis
y búsqueda de caminos que no se trunquen en estéril desesperación.
Hay rememoración, poesía, palabras profesionales y hasta ingenuos
juicios de criaturitas sobre el enigma perentorio de
la muerte.
El valor intrínseco de estas páginas está en la sinceridad y sencillez
con que la autora pone a nuestra disposición sus frutos
del dolor.